domingo, 20 de diciembre de 2009

Más tarde leí...


Seremos tristes

Oye, seremos tristes, dulce señora mía.
Nadie sabrá el secreto de esta suave tristeza.
Tristes como ese valle que a oscurecerse empieza,
tristes como el crepúsculo de una estación tardía.

Tendrá nuestra tristeza un poco de ufanía
no más, como ese leve carmín de tu belleza,
y juntos lloraremos, sin lágrimas, la alteza
de sueños que matamos estérilmente un día.

Oye, seremos tristes, con la tristeza vaga
de los parques lejanos, de las muertas ciudades,
de los puertos nocturnos cuyo faro se apaga.

Y así, bajo el otoño, tranquilamente unidos,
tú vivirás de nuevo tus viejas vanidades
y yo la gloria póstuma de mis triunfos perdidos.

R.M

Anoche leí...

"Estuve toda la noche
enumerando astros.

Me sobró fantasía
pero me faltó espacio.

Entonces, dentro del alma
seguí los astros contando"

R.M

lunes, 30 de noviembre de 2009

miércoles, 25 de noviembre de 2009


Hoy simplemente voy a caminar manteniendo el equilibrio en el horizonte...

martes, 17 de noviembre de 2009

...

Hay en días en que el silencio se acomoda en mi cabeza, como flor marchita que no busca más el sol. Dicen que no hablo cuando debería hacerlo, pero nadie se percata que es posible hablar a través de las pupilas. Hoy sólo conduzco mi cuerpo por simple necesidad, como muñeco de cartón que dibuja al exterior el propósito de parecer algo que ni siquiera quiere ser. Dentro de mi cuerpo mi espectro se encuentra viajando, me he ido lejos, tan lejos que no me da la gana volver. He perdido el interés en los libros, las revistas, los cuadernos. Detesto el encarcelamiento de las palabras, ¿por qué no las dejan libres? Recientemente descubro el inútil intento de querer parecer más inteligente por el simple hecho de recurrir a un libro. Me da risa , sólo se repite lo que ya se dijo. La vida es un re-decir, es un re- hacer, un re- todo. Ya no me bastan los libros, las enciclopedias, la escuela, insisto en repetirme las palabras que se me vengan en mente cuando me encuentro en soledad, me quiero hartar de ellas, ahogarme en ellas, esconderme de mi misma. Hablarle al mundo y darme cuanta que nadie contesta, ni yo misma lo hago.
Sé que al final mi pesadumbre me hará daño, pero es al menos ella la que ahora me hace ver las cosas de manera distinta, es ahora ella la que me lleva más lejos y la que me hace pensar lo que nunca pensé...


domingo, 20 de septiembre de 2009

Desayuno...

Hoy he traído el desayuno a la montaña, cerca del horizonte, en donde el cielo me observa y yo a él. Siento al viento frente a mi, en una silla gastada que parece satisfecha al contemplarnos al viento y a mí mirarnos mutuamente.
Los días caleidoscópicos, como este, me estremecen. Ignoro en que parte del universo me encuentro exactamente. El silencio es parte de estos días, lo he traído como invitado también. Me intimida su mirada pero su quietud me regala quietud.
El horizonte nos ha recibido bien. Se ha sentado junto al viento.
En una mesa circular- como tus ojos- acomodo con atención mis alimentos. En el centro de la mesa he colocado mis lágrimas en forma de granos de sal. Se ven hermosas momificadas. (¿existirá un taxidermista de lágrimas?).
Grato escenario: el silencio, el viento, el horizonte y un desayuno atípico.
Comeré primero un par de naranjas con gajos de decepción. ¡Exquisito agridulce! A veces también el viento sabe agridulce.
Acomodo frente a mí un platillo alterado. Lo he preparado yo misma. Lleva una ensalada de angustia, granos de nostalgia y un pedazo grande de olvido e hilaridad. Lo combino con aderezo de silencio.
El viento y el silencio se dedican sólo a la contemplación.Me acarician y yo a ellos.
Ha llegado la hora del postre, mi favorito. Traje conmigo un helado de requiebro y mermelada de ternura. Saben a ti. Me conmueve tu parecido con la dulzura.
Me siento satisfecha, me ha quedado tu sabor y mi apetito imprudente se ha comido un poco del horizonte. (Me agrada la idea de comer un poco de ti y del horizonte). Te miro en mi interior intentando mantener el equilibrio mientras vas recorriendo un pedazo de horizonte, como equilibrista en un circo.
Desayuno de fantasías. El viento, el silencio, el horizonte, tú y yo...



jueves, 17 de septiembre de 2009

...

Hay días en los que sólo quisiera ser parte del viento y volverme silencio. Hoy, es un día de esos. Voy a volverme silencio...







domingo, 13 de septiembre de 2009

La vida muriendo...

El cabello grisáceo y volátil se confundía con el humo del cigarro que Gregorio había consumido desde hace horas. Su mirada se perdía en la niebla del tabaco y sus labios apenas si eran visibles. Escribía con manos pesadas, en ciertos momentos tomaba la forma de la máquina de escribir y en cada bocanada exhalaba palabras.

- Yo me sentí muerto desde que estuve en el vientre de mi madre. Nací con duda. Manoteaba placenta intentando encontrar en mis golpes pequeñas respuestas pero en ellas siempre encontré el dolor de mi madre. Mi padre jamás existió, lo supe desde el primer momento en que me depositó en el cuerpo esquelético de mi madre. Una vez estando dentro de mi vientre me di a la tarea de llamar padre a cualquier palabra mencionada por mi madre. Así que para cuando nací yo ya había tenido al rededor de 98 padres. Para mí era posible haber nacido de una manzana, un brocoli, un grano de elote e inclusive de algún vino que mi madre saboreaba con culpa de vez en cuando. Cualquier cosa introducida en el vientre de mi madre se transformaba en la imagen de un padre.

El sonido de la máquina de escribir creaba melodías pero Gregorio no se percataba de ello. Escribía hasta convertirse en letra. Como un tren de vapor fumaba y recorría sus recuerdos haciendo paradas en donde más le apetecía.

- ¡Gregorio, ve a jugar con los niños!-, siempre aborrecí esa frase de mi madre. Los domingos para mí siempre fueron un dolor de cabeza. Les ponía cualquier nombre pero la simpleza del día siempre me recordaba su verdadera identidad. Yo nunca quise jugar, constantemente tenía la sensación de que moriría muy pronto. No me quedaba tiempo para nada, mucho menos para jugar, debía pensar en la perfección del último día.

Siempre escuché decir a la abuela que los hombres deben dejar todo listo antes de morir. Ella era tan parecida a las paredes de mi habitación, agrietada y antigua, callada y solitaria. A veces cuando dormitaba tranquilo sentía que dormía dentro de la abuela, pero mis fantasías siempre eran interrumpidas por mi preocupación prematura. Moriré pronto, ¿qué es lo que debo dejar arreglado?

Gregorio interrumpió su escritura, miró al techo y suspiró tabaco. Tocó el humo del cigarro y sintió la fragilidad del universo, pensó en la similitud del rompimiento del humo con el de su propia alma. Fugaz y mortal.

- ¡Apaga el cigarro! Exigió Lucrecia – mi amante favorita-. Tenía dientes enormes como los de una montaña nevada y solitaria. Era flaca como mi madre y tenía el vientre abultado. A veces sentía que caminaba dentro de ella mientras hacíamos el amor, yo diminuto y ella gigantesca, me comía. Carecía de gracia pero siempre me conmovió su fortaleza. Lucrecia era mi causalidad, el mundo entero trabajaba para nuestro futuro encuentro. Si abría mis ojos allí estaba ella – y no necesariamente en cuerpo presente- sólo estaba, acariciando mi tiempo y mi nostalgia. Durante mucho tiempo olvidé mi próxima muerte, Lucrecia siempre creyó en mis predicciones, tal vez no como a mí me hubiera gustado por que nunca me ayudó a descifrar que es lo que debía dejar arreglado. Insistía en que mi alma jamás había crecido, era fetal, mientras que la de ella era antigua, incluso más antigua que mi habitación. Lucrecia murió dos días antes de que mi idea por la muerte contigua se convirtiera en una verdadera obsesión. Los dos últimos días debieron ser intensos para Lucrecia, yo lloraba por asesinar mi obsesión y ella por no escuchar a mi voz confesar mis sentimientos hacia ella. ¿Cómo podía decirle que la amaba si jamás me enseñaron a hacerlo? Cuando la vi partir me di cuenta que no era necesario una instrucción para ello.

- Te amo, dijo Gregorio al aire, como pensando que el aire llevaba el nombre de Lucrecia. Demasiado tarde, se arrepintió y volvió una vez más a introducirse en sus escritos.

Esta vez su tren de vapor se detuvo afuera de un edificio gastado y cansado.

- Semanas más tarde de la muerte de Lucrecia nos mudamos, - mi cuerpo, mi obsesión y mi tiempo- a un cuarto pequeño y oscuro. La oscuridad me daba la oportunidad de planificar con calma mi final. Tenía poco dinero, lo necesario para fumar, beber y comer. ¿A quién debía heredarle mis recuerdos? Era todo lo que tenía, ya ni siquiera a Lucrecia, ella me había heredado los suyos. Los guardaba en una maleta agotada, ni siquiera ella los quería. ¿Quién quería tenerlos? Guardé también en ella mi tiempo y mi obsesión. Busqué a mi madre para dejársela tras mi partida, pero lo único que quedaba de ella y de mi abuela era su semejante vejez con la casa de mi infancia, se habían consumido. Ahora me sentía solo y muerto. Absurdo cuerpo sin motivos.

-¿Qué había hecho en toda mi vida? Morirme siempre al día anterior o al día siguiente. Amé y jugué, hice todo pero muerto en vida. Nací con duda y moriré con ella. Nunca supe si nací muerto o si viví muriendo...

viernes, 11 de septiembre de 2009

Observaciones: Hombre-lata / Lata-hombre

Todo el mundo está enlatado. No existe cosa que carezca de paredes, piso y techo. La anatomía sólida de los cuerpos-objetos se empeñan siempre en dejar fuera lo que no reconoce o lo que le hace mal.
El humano es un cubo por naturaleza, aunque su anatomía lo disimula por completo. Tiene paredes, techo y piso. Además ¿no encerramos algo en nuestro interior? Como una lata, una caja, una esfera, como un todo. Algo en lo que nada de lo que esté adentro se desborde. A nuestro interior envasado a veces se le olvida el encierro pero en ocasiones necesita del exterior. Como una película que quiere ser vista. Tan parecido a los objetos, sólo que los hombres aún ignoramos nuestro envasado absurdo. Todo funciona como en la vida del objeto. Hay almacenes enormes repletos de cajas, latas, envases, etcétera, esperando a ser vendidos. El deseo más grande de un objeto es ser descubierto. El de la mayoría de los hombres también, sólo que su espera es más ¨sofisticada¨:en un café, en baile, en una fiesta, en las calles,en un sueño, en todos lados.
Los únicos en reconocer su cubismo son los objetos, se dejan sentir cuadrados y limitados a ciertos actos. Aceptan cargar lo que llevan dentro y una vez que los han abierto se olvidan de su anatomía, se entregan al desbordamiento de su carga. Los objetos nos dejan sentir hombres, y por eso vamos todos sintiéndonos hombres, por que enlatamos zanahorias, chícharos o hasta muertos, cualquier cosa que se deje ser enlatada, o sea todo. Tal vez lo hacemos por que inconscientemente reconocemos nuestro cubismo, nos enlatamos a nosotros mismos para que alguien más nos descubra y podamos desbordar sin culpa lo que llevamos dentro.

Sorda de ti...

¿Qué pasaría si me quedara sorda de ti? Hoy me desperté angustiada, necesito escucharte para comprobar que se ha tratado sólo de un sueño. ¿En dónde estás? Háblame. Escucho todo menos tu voz. ¿A dónde se ha ido tu sonido? El desierto me ha llamado, busco en él cualquier sonido que me acerque a ti, la arena siempre tiene historias que contar y si ya la has pisado debiste haber dejado algún pedazo de ti. Viento, acércame a él. Te busco en la inmensidad del mar pero hoy no te has sentado en el horizonte, son nulos tus pasos acuáticos. Se me ha perdido un sentimiento, te lo has llevado contigo. Háblame, lo necesito. Me he quedado incompleta. Te diré que me conformo escuchando tu silencio, al menos así me regalarás la esperanza de tu regreso... De mi regreso...

lunes, 7 de septiembre de 2009

Camino a la ausencia...

domingo, 6 de septiembre de 2009

Lo que sucedió alguna vez...

Alguna vez existió una noche en que todo el mundo decidió ponerse nostálgico. Todos los hombres decidieron acabarse el dolor en una sola noche. Así que de manera individual cada uno se enfrentó a su dolor y acogió sin inconveniente sus lágrimas. El único sonido en el universo fue el sollozar del hombre - inclusive aún se escucha ese sonido cuando las tormentas son grandes y aterradoras-.
Solos o acompañados todos lloraron. El universo se hizo líquido, los hombres navegaron por un mar de melancolía. De norte a sur, de este a oeste flotaban en barcas hechas de lágrimas y gemidos. Aquella noche los peces aprendieron a nadar en el cielo, el mundo era fluido.
Una anciana lloró por haber roto un recuerdo, algunas mujeres lloraron por no entender su espera. Un bebé lloró por haber nacido con duda. Un poeta por no poder llorar palabras, un mimo por no conocer el movimiento de las lágrimas, los demonios por sentir la melancolía de aquella noche, mis padres por no haberse encontrado aún, las lágrimas por ser lágrimas, en fin. Todos lloraron. La humanidad estaba convencida. "Tal vez si todos lloramos al mismo tiempo el sol no conozca nostalgia, toda cesará y el dolor dejará de palpitar", pero lo que nadie sabía es que aquella noche el dolor apenas comenzaba...

viernes, 4 de septiembre de 2009

Remembranzas...

Me han dado las tres de la mañana intentando comenzar esta carta. Como de costumbre me encuentro sentada frente a la ventana. Me deleita ver como la luz de la luna ilumina tu camino a casa. Yo te espero, siempre lo he hecho.
Hay silencio mientras indago las palabras precisas par regalarte esta noche. Tengo el presentimiento de que hoy llegarás más temprano que de costumbre. Mi maquillaje sigue intacto, no he movido más que mis manos y mis sentimientos.
He comenzado a escuchar tus pasos sobre las piedras, sabes que siempre me ha gustado ese sonido. Mi corazón se exalta, quiere correr hacia ti al reconocerte. Puedo sentir tu respiración acercándose a nuestra puerta. ¿Debo abrir antes de que llames? Pierdo el tiempo pensando mientras tú te vas acercando con calma.
Me acomodo el vestido y miro en el reflejo de la ventana mi silueta, parece pulcra.
Te escucho girar la cerradura, me instalo frente a la puerta para girarla contigo y matar con el movimiento nuestra distancia. La giramos con suavidad, nos intentamos gastar el tiempo en tan pequeña acción. Busco tus labios cuando el viento se asoma.
¡Pero qué absurda he sido! No es tu presencia la que ha llegado sino tu recuerdo, esta vez ha llegado más temprano que de costumbre.Por favor, pase usted...

lunes, 31 de agosto de 2009

Pensamientos, sólo pensamientos...

Y si no quiero pensar ¿ en dónde debo poner mis pensamientos? He intentado abandonarlos en algún parque, sentarlos en una banca. Los distraigo un poco y corro huyendo de ellos, pero apenas voy llegando a la esquina cuando los descubro de nuevo burlándose de mi. ¿Qué hago con ellos? Jamás se cansan de existir. Con frecuencia me cambio de sombrero, tengo la vaga esperanza de que tal vez algún pensamiento sea seducido por la elegancia o comodidad de mi sombrero y cansado de mí se mude sin prejuicios a su nueva casa.
He intentado de todo para perderlos. Los he mojado, los he tendido al sol, inclusive los he vendido al mejor postor, regalado, ahorcado y hasta asesinado. Por fortuna aún no es penado el homicidio de un pensamiento, de lo contrario me habrían dado ya cadena perpetua.
Me obligo a dormir para descansar de ellos,  pero disfrazados de personajes nocturnos penetran hasta el rincón más pequeño. Me despiertan violentamente y me obligan a ser su espectadora, se disfrazan, se muestran como son, me confunden, pero nunca se van.
A veces ya no sé si soy yo su asesina o ellos los míos.
¿Existirá la manera de morir un instante? Me han encerrado en manicomios por intento de amnesia. A veces he logrado deshacerme de ellos por un instante gracias a un par de pastillas que algún médico termina por quitarme al descubrir mi locura impostora.
Los decoro, les hago fiestas, quiero complacerlos un poco y llevarme bien con ellos, pero al final cansados de confeti y globos terminan por castigarme, volviéndose cada vez más intensos y grotescos. 
He renunciado a mi lucha y como  me he dado cuenta que nunca se irán, hoy sólo me queda escribir sobre ellos, al menos para hacerles creer que son importantes...

domingo, 30 de agosto de 2009

En mi habitación...

sábado, 29 de agosto de 2009

De noche...

A menudo me encuentro vagando en el cielo y me miro desde arriba microscópica. Veo mi dolor y mi insistencia en ser gris cuando he nacido de colores. Me pregunto cuántos años llevo siendo monocromática. A veces quisiera que mi cuerpo estallara en forma de lluvia de estrellas para quedarme prendida del cielo y no sentirme culpable de mi noctambulismo. Me gusta la noche y no puedo culpar a nadie por ello. En mis días se es siempre de madrugada- aún no aprendo a distinguir el principio y el  final. ¿La creación del universo habrá comenzado de noche o de día?, prefiero pensar que ha sido de noche. (Como me habría gustado ser testigo de ello).
En la noche existe belleza pero también amargura, ¿por qué será que todos esperamos la noche para sincerarnos con nosotros mismos? De noche amamos, odiamos, lloramos, reímos pero sobre todo somos honestos. La luz del día nos intimida y nos acerca a la falacia, mientras que la noche nos purifica. ¿Por  qué no es siempre de madrugada? Los sentimientos se hacen más profundos cuando el día muere. En la oscuridad nos dedicamos sólo a sentir , es probable que por eso el miedo se haga más intenso cuando la luz se ausenta. ¿Pero que acaso la noche no es claridad también? Cuando sentimos demasiado dolor sólo vemos oscuridad, pero es el alma quien reconoce la luz de tan atroces sentimientos y nos hace aprender. Sé que el día que muera me encontraré de nuevo deambulando por el cielo, habitando en un pedazo de estrella o volando dispersa por el viento nocturno, y  será hasta entonces cuando pueda fluir por mi sangre la claridad de la noche...

jueves, 27 de agosto de 2009

La lluvia golpea mis ideas...



La lluvia golpea mis ideas, se desliza por todo mi cuerpo llevándose con ella un poco de lo que soy. Se pasea paciente por toda mi piel, no se desespera, se deja llevar. Mi cuerpo ya se hizo lluvia. Cada gota se adhiere a un pensamiento, y aunque idéntica cada gota no se da cuenta que se hace distinta al quitarme un poco de mi incierta identidad. Miro caras mojadas, -tan parecidas a las mías-, en silencio todos vamos llorando lluvia, nos entregamos al agua,  a la transparencia y a la dulzura de lo insípido.
Se van formando charcos a mi alrededor, debajo de mis pies se ha creado uno profundo. La lluvia se ha cansado de caer, de llevarse entre sus manos un pedazo de persona que deambula. Ahora la calle se ha quedado vacía, discreta. Todos han abandonado sus charcos,  sin saberlo abandonan en el agua  un pedazo de su alma. Los charcos no sólo son la unión de la lluvia sino el llanto de quien la ha tocado. Cuántas veces he visto el final de la lluvia sin percatarme que cada pequeño charco es la vida de una persona como yo. Ahora, ya no piso más  los charcos, los contemplo e intento descifrar las huellas inconscientes  de quien crea tan hermoso escenario. Cada vez que miro la humedad encuentro soledad, alegría,  melancolía, silencio. Son ellos quienes me hacen recordar que nunca se está completamente solo, que siempre existe una manera de dejar en el mundo un rastro de lo que soy. Pienso que, probablemente, el final de la lluvia termina con frecuencia por las noches, por que mientras nosotros -creadores de charcos-descansamos entre sueños un pedazo de alma abandonada  cobra vida y existe mientras todos duermen. Convirtiéndonos en habitantes taciturnos de la noche.

Como una carretera...


Siempre me han sorprendido los hermosos contrastes de la vida. Resulta que cuando más palabras necesitas, no te las da quien tu deseas sino quien menos esperas.
Una tarde me senté en la entrada de un parque, simplemente mi cuerpo sintió la necesidad de refugiarse bajo el sol. Pensaba en lo absurda que suelo ser la mayoría de las veces, pero eso día mi angustia tenía razones diferentes: me sentía mediocre. La nostalgia era evidente hasta para los pájaros, sin movimientos y con una mirada profunda me abandoné a mis pensamientos. Que tranquila parecía yo para los pájaros, pero sino hubiera sido por aquella presencia, tengo la seguridad de que los pájaros se habrían establecido en mi cabeza decorando sus nidos sin percatarse de que las ramas de aquél árbol eran de carne y hueso.
Imprecisa miré a aquella mujer - sin soltar mis pensamientos-. Ella me miró profundo. ¡Qué mirada! Recorrí el contorno de sus ojos de principio a fin y me perdí intentando encontrar de nuevo su principio. Me detuve en sus cejas, tan delgadas e infinitas, como una carretera (curvilínea y recta). Me trasladé a ellas cargando mis pensamientos, olvidé mi angustia mediocre y de mediocre, me sentí libre. 
Debió ser profunda mi fantasía en aquél camino que rompí violentamente mi ilusión, me dio miedo perderme en el camino, en las cejas, de no aprender a salir de él. Bajé la mirada y desilusioné a los pájaros al romper, como yo, la ilusión su nuevo árbol. Columpié mis pies para lograr correr de mi cuerpo y mi cabeza la tentación de querer volver a ese camino tan único. Tuve la seguridad de que mis tentaciones salieron de mi cuerpo, las vi salir como cuando un niño tiene la valentía de saltar en el aire de un columpio, pero fui traicionada por mis propias tentaciones, las vi correr al cuerpo de la señora con cejas de camino. La llenaron a ella de deseos de mirarme y regalarme un momento más de fantasía absurda pero plena.
-¿Qué estudia usted, señorita?, preguntó su boca, y yo la miré. Me perdí de nuevo en su camino, esta vez llevaba conmigo una maleta, me sentí segura de querer renunciar a todo, de mudarme por completo a ese sueño diurno.
Mi cuerpo sentado frente a ella pero a la vez viajando en el camino de sus cejas contesté cualquier cosa, no me importó. De alguna manera le hice saber sobre mi estado mediocre, ella mintió tanto como yo en sus respuestas. Nos hicimos cómplices, por que a través de nuestras miradas nos confesamos mentir. Ella, me dio la oportunidad de hacerme creer por un momento que yo era la persona que siempre había deseado ser, cargó mi mediocridad por un instante y cuando fue su momento de mentir yo cargué la de ella. Ella viajó en mis cejas también. Nos perdimos en aquél instante regalado por un ajeno, en el que olvidamos lo que no somos y nos entregamos a la contemplación. Nadie sintió culpabilidad de mentir ni de fingir por que fuimos más nosotras mismas que en muchas ocasiones de nuestra vida, hasta ahora absurda. Después de todo, como aquella mujer me dijo, -¨La vida, simplemente se da¨. 

Confesiones...


Dentro de mi corazón he creado un tendedero, en él acostumbro colgar todo lo que siento. De pequeña mi ropa solía ser siempre blanca y fresca, el viento la hacía bailar, y de vez en cuando yo jugaba a esconderme entre ellas para sentir sus caricias entre mis torpes movimientos. En el corazón el viento siempre corre templado, la ropa tarda en secarse pero cuando lo hace se tiene la seguridad de haber tratado con amor aquél sentimiento tendido.
Últimamente mi corazón talla con fuerza - tal vez con la intención de que la nostalgia corra apresurada con el agua-. Nostalgia y agua ¿a qué sabrá?
Encuentro a mi corazón cansado, ya no quiere lavar y su viento ya no quiere secar. La ropa cada vez es más pesada (ya ni siquiera me queda) ¿Qué hago con ella? Mojada gotea sin parar sobre el suelo de mi corazón, comienza a inundarlo. Mi corazón ya tiene aspecto de azotea: lavaderos mojados, tendederos cansados, el viento corre solo y ya nadie quiere lavar...