jueves, 27 de agosto de 2009

La lluvia golpea mis ideas...



La lluvia golpea mis ideas, se desliza por todo mi cuerpo llevándose con ella un poco de lo que soy. Se pasea paciente por toda mi piel, no se desespera, se deja llevar. Mi cuerpo ya se hizo lluvia. Cada gota se adhiere a un pensamiento, y aunque idéntica cada gota no se da cuenta que se hace distinta al quitarme un poco de mi incierta identidad. Miro caras mojadas, -tan parecidas a las mías-, en silencio todos vamos llorando lluvia, nos entregamos al agua,  a la transparencia y a la dulzura de lo insípido.
Se van formando charcos a mi alrededor, debajo de mis pies se ha creado uno profundo. La lluvia se ha cansado de caer, de llevarse entre sus manos un pedazo de persona que deambula. Ahora la calle se ha quedado vacía, discreta. Todos han abandonado sus charcos,  sin saberlo abandonan en el agua  un pedazo de su alma. Los charcos no sólo son la unión de la lluvia sino el llanto de quien la ha tocado. Cuántas veces he visto el final de la lluvia sin percatarme que cada pequeño charco es la vida de una persona como yo. Ahora, ya no piso más  los charcos, los contemplo e intento descifrar las huellas inconscientes  de quien crea tan hermoso escenario. Cada vez que miro la humedad encuentro soledad, alegría,  melancolía, silencio. Son ellos quienes me hacen recordar que nunca se está completamente solo, que siempre existe una manera de dejar en el mundo un rastro de lo que soy. Pienso que, probablemente, el final de la lluvia termina con frecuencia por las noches, por que mientras nosotros -creadores de charcos-descansamos entre sueños un pedazo de alma abandonada  cobra vida y existe mientras todos duermen. Convirtiéndonos en habitantes taciturnos de la noche.

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