martes, 17 de noviembre de 2009

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Hay en días en que el silencio se acomoda en mi cabeza, como flor marchita que no busca más el sol. Dicen que no hablo cuando debería hacerlo, pero nadie se percata que es posible hablar a través de las pupilas. Hoy sólo conduzco mi cuerpo por simple necesidad, como muñeco de cartón que dibuja al exterior el propósito de parecer algo que ni siquiera quiere ser. Dentro de mi cuerpo mi espectro se encuentra viajando, me he ido lejos, tan lejos que no me da la gana volver. He perdido el interés en los libros, las revistas, los cuadernos. Detesto el encarcelamiento de las palabras, ¿por qué no las dejan libres? Recientemente descubro el inútil intento de querer parecer más inteligente por el simple hecho de recurrir a un libro. Me da risa , sólo se repite lo que ya se dijo. La vida es un re-decir, es un re- hacer, un re- todo. Ya no me bastan los libros, las enciclopedias, la escuela, insisto en repetirme las palabras que se me vengan en mente cuando me encuentro en soledad, me quiero hartar de ellas, ahogarme en ellas, esconderme de mi misma. Hablarle al mundo y darme cuanta que nadie contesta, ni yo misma lo hago.
Sé que al final mi pesadumbre me hará daño, pero es al menos ella la que ahora me hace ver las cosas de manera distinta, es ahora ella la que me lleva más lejos y la que me hace pensar lo que nunca pensé...


1 comentario:

  1. Me recuerda a Stuart Hall... finalmente no hacemos más que reproducir. Reproducimos ideología, reproducimo silencios, reproducimos sin decodificar y codificar de nuevo. Somos simples cintas que cada vez que sean reproducidas nos repetirán lo mimo. El ruido, las voces, el silencio.

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