domingo, 20 de septiembre de 2009

Desayuno...

Hoy he traído el desayuno a la montaña, cerca del horizonte, en donde el cielo me observa y yo a él. Siento al viento frente a mi, en una silla gastada que parece satisfecha al contemplarnos al viento y a mí mirarnos mutuamente.
Los días caleidoscópicos, como este, me estremecen. Ignoro en que parte del universo me encuentro exactamente. El silencio es parte de estos días, lo he traído como invitado también. Me intimida su mirada pero su quietud me regala quietud.
El horizonte nos ha recibido bien. Se ha sentado junto al viento.
En una mesa circular- como tus ojos- acomodo con atención mis alimentos. En el centro de la mesa he colocado mis lágrimas en forma de granos de sal. Se ven hermosas momificadas. (¿existirá un taxidermista de lágrimas?).
Grato escenario: el silencio, el viento, el horizonte y un desayuno atípico.
Comeré primero un par de naranjas con gajos de decepción. ¡Exquisito agridulce! A veces también el viento sabe agridulce.
Acomodo frente a mí un platillo alterado. Lo he preparado yo misma. Lleva una ensalada de angustia, granos de nostalgia y un pedazo grande de olvido e hilaridad. Lo combino con aderezo de silencio.
El viento y el silencio se dedican sólo a la contemplación.Me acarician y yo a ellos.
Ha llegado la hora del postre, mi favorito. Traje conmigo un helado de requiebro y mermelada de ternura. Saben a ti. Me conmueve tu parecido con la dulzura.
Me siento satisfecha, me ha quedado tu sabor y mi apetito imprudente se ha comido un poco del horizonte. (Me agrada la idea de comer un poco de ti y del horizonte). Te miro en mi interior intentando mantener el equilibrio mientras vas recorriendo un pedazo de horizonte, como equilibrista en un circo.
Desayuno de fantasías. El viento, el silencio, el horizonte, tú y yo...



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